INGREDIENTES
Cada cucharada de esta sopa no solo deleita el
paladar, sino que cuenta una historia. Conecta a los niños con la memoria de
sus familias, de sus abuelos y con el legado de sus chamanes y haibanas. La Sopa
del Mohan es una prueba del éxito pedagógico del proyecto educativo Cafeteritos,
Alta Cocina Infantil de la fundación Marsella juega y educa. A través de la
cocina, estos niños indígenas exploran su identidad y fortalecen sus
tradiciones ancestrales, mientras se fortalecen y cocinan su propio futuro.
Al principio, los jóvenes participantes del
proyecto buscaban impresionar a sus profesores y comensales. Discutían con
pasión cómo convertir los platos tradicionales de sus hogares en alta cocina.
Servían platos contundentes y llenos de sabor, como los frijoles con un gran
trozo de chicharrón, plátano y aguacate. Estas porciones, pensadas para
impresionar y llenar estómagos, casi se desbordaban del plato.
Sin embargo, a medida que avanzaban en el
proyecto, estos sabores culturales se fusionaron con las técnicas de la alta
cocina. Las grandes porciones se matizaron en preparaciones más delicadas. Los
trozos de chicharrón se hicieron más pequeños y crujientes, utilizados no solo
como alimento, sino también para decorar. Los frijoles se volvieron más suaves
y refinados, mientras que el plátano y el aguacate se incorporaron en
proporciones más pensadas. El resultado fue un plato que seducía tanto a la
vista como al paladar, modernizando los sabores tradicionales y tejiendo
sorpresa y un hechizo de deseo en los comensales más exigentes.
Este proceso de transformación culinaria
simboliza la evolución del proyecto. Los niños no solo aprenden a cocinar, sino
que también reinterpretan su herencia cultural. Fortalecen su criterio y la
toma de decisiones, creando platos que honran sus raíces mientras exploran
nuevas y ambiciosas formas de expresión gastronómica.
Este plato además de una receta es una
historia. Representa los primeros pasos de los niños en el universo
Cafeteritos, donde la cocina se convierte en una herramienta educativa,
cultural y creativa. Hace unos años, estos niños de la comunidad indígena
Suratena desconocían la existencia del Proyecto Cafeteritos. Hoy, forman parte
activa de un proceso que une tradición, aprendizaje, retos, creatividad y
sabor.
El pollo fue el punto de partida por su nobleza
culinaria: económico, versátil y familiar. El pernil, en particular, ofrecía
ternura, jugosidad y facilidad para ser trabajado por manos pequeñas y
curiosas. Pero el verdadero reto era integrar el café —símbolo de Colombia y
eje del Proyecto Cafeteritos— en la cocina infantil.
Las primeras salsas de café fueron intentos
tímidos: aguadas, sin carácter, con un sabor apenas perceptible. Pero la
perseverancia, como en todo proceso educativo, dio frutos. Finalmente, se logró
una salsa cremosa, intensa y equilibrada. Una que no empalagaba, pero sí dejaba
huella. Esa salsa dio sentido al plato, al pollo, al esfuerzo colectivo y al
espíritu Cafeteritos.
Este plato y su salsa fue uno de los primeros
logros que nos arrancó sonrisas genuinas. No solo por su sabor, sino por lo que
representaba: la capacidad de los niños de transformar ingredientes en
experiencias, de convertir la cocina en un espacio de descubrimiento, juego y
aprendizaje. Adquirir una disciplina de trabajo, concienciarnos de que el trabajo
bien direccionado da el fruto en este caso de lograr el plato deseado, lo que
traslada carácter y autoconfianza a los niños.







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